jueves, 18 de agosto de 2016

SEGUNDA VENIDA APOC. SECCIÓN XLIV (44)


CONTINUACIÓN DE LA SECCIÓN XLIII (43)
Apoc 1:11. Que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias
que están en Asia: a
Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia, y a Laodicea.

Las cartas de Cristo a las siete Iglesias de Asia proporciona la base para una experiencia y conocimiento de lo que Dios tiene preparado para su pueblo y, por ende para todos los que quieren saber la verdad ha cerca de su venida.

Hay promesas que no deberíamos olvidar, “Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”. (Apoc. 2:10). Y otra promesa que no deberíamos de olvidar es: “Si alguno abre la puerta, (de su corazón) entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apoc. 3:20). 

Jesús nos conoce muy bien, sabe como somos, que los miembros son hipócritas, adúlteros, envidiosos, queremos estar en los primeros puestos, y si es necesario hacer caer al que esta en ese puesto, la envidia y el querer los primeros puestos es el mal de la iglesia y un largo ezetera. 

Jesús sabe todo esto, que somos imperfectos (Juan 2:24,25). A pesar de todo esto, Jesús se revela a sí mismo como un buen asistente a las reuniones de la iglesia.
Se identifica en medio de los “siete candeleros de oro” (Apoc. 1:20) que representa a las “siete iglesias”; se presenta a sí mismo en Apoc. 2:1 como el que”camina entre los siete candeleros de oro”. 
Pero se identifica como el Alfa y Omega. En griego esta escrito como (Ω or ω) «το 'Αλφα καιο Ωμέγα». En castellano seria A y Z Principio y fin Apoc. 1: 8, 21:6; 22:13. 
Jesús como Dios eterno, ilustra su divinidad nombrando Α y Ω,  primera y última letra del alfabeto griego, mostrando que antes de Él no hay nadie y después de Él no será otro, pues Él es el eterno Dios del Universo, encarnado para nuestra salvación.
La revelación empieza en el verso 11.
Juan empieza su relato con la autoridad que le concede Cristo para escribir el Apocalipsis. No es coincidencia que la visión introductoria de las siete iglesias nos transportes través del tiempo hasta el medio de los candelabros.

Roma en su conquista despojo a Israel de su mayor tesoro. El candelero de oro que estaba en el templo (70 d.C),
un hecho avalado por su presencia en el relieve del arco de Tito, que celebraba su victoria sobre Jerusalén.

El candelabro que aparentemente había desaparecido entre los tesoros romanos, aun estaba presente en la siete iglesias, y en medio de él caminaba Cristo.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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La Biblia a través del tiempo.
Ver La película del Deseado de

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