domingo, 22 de abril de 2018
SECCIÓN LXXVIII (78). SEGUNDA VENIDA APOCALIPTICA
CONTINUACIÓN DE LA SECCIÓN LXXVII (77)
Algunos creen que hace alusión al maná (man hu´)que cayo en el Sinaí y que Aarón coloco en una vasija en el arca (Exo.16:33; Heb.9:4).
Hay muchas tradiciones dentro y fuera del judaísmo.
Esta enseñanza dice que cuando venga Cristo el Mesías, “el tesoro del maná descenderá nuevamente de lo alto y se comerán de él en aquellos años. (2º Baruc 29:8) Juan hace una aclaración sobre el maná (Juan 6:31-34), El “maná” simboliza la vida espiritual en Cristo por medio del Espíritu Santo.
Y la vida eterna es el mas allá, donde mora la justicia, Juan (6:31-33) Con respecto a la piedra hay do conceptos que se usaban en la antigüedad. Una era, que en un juicio se usaba una piedra negra y una blanca para determinar la sentencia.
La negra era para sentenciar al reo, y la blanca para absolverlo de la culpabilidad. El renacimiento espiritual y la transformación del carácter sólo puede ser entendido por la persona que ha experimentado dicha transformación.
El nombre de una persona representa su carácter, y un nombre nuevo significa un carácter nuevo.
Por lo tanto el nombre nuevo no sigue un patrón del antiguo, sino que remplaza, es diferente.
La piedra blanca que Cristo dará a cada uno que haya sido moldeado por el Espíritu Santo, se le pondrá un nuevo nombre. Es decir,un carácter nuevo y diferente modelado según el de Dios (cf.Isa.62:2; 65:15; Apoc. 3:12).
Cristo cambió el nombre tanto en el AT como en el N.T. El Padre ya había revelado una verdad, en el ver. 17; ya que la bendición que se pronunció sobre Pedro, les pertenecía a ellos, siempre que la fe de ellos y de nosotros alcanzara a la medida de la fe de Pedro. (ver. 16)
Jesús empleó el nombre que le había puesto cuando por primera vez lo conoció (ver Juan 1:40-42 com. Mat. 4:18). (Marc. 3:16; Mate. 16:18, 1:21; Gén. 32:29). Nadie conoce el nombre del otro ¿Por qué? El renacimiento espiritual y la transformación del carácter sólo puede ser entendido por la persona que lo ha experimentado.
Y lo entendemos así, porque nadie puede entender la transformación de otra persona.
Luego todo esfuerzo por explicar dicha experiencia a alguien que no ha nacido, nunca puede presentar un cuadro verdadero o completo de dicha experiencia.
¿No somos todos nosotros más o menos tramposos? Como los Balaamitas y los Nicolaítas nos esmeramos en encontrar razones plausibles para justificar nuestra malas conductas. Pero si nos aferramos por la fe, gracia al estudio de las Escrituras y la oración, también podemos cambiar hasta ser transformados en Cristo Jesús.
MARANATA.
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